Escribir estas líneas me resultan muy difíciles. No hay forma de representar el dolor, la persecución y el asesinato de seis millones de judíos durante el Holocausto. El monumento a la Shoá en pleno corazón de Berlín, es una estructura simbólica de bloques que busca generar diversas sensaciones y un intento de plasmar en la memoria este capítulo oscuro de la historia.
El monumento concebido por el arquitecto Peter Eisenman consta de una una serie de bloques de hormigón de distintas dimensiones y alturas. Dispuestos de forma geométrica en una gran explanada y con ciertos desniveles, estos bloques quedan alineados entre sí generando espacios comprimidos por donde transitar.
A medida que se ingresa por ese "laberinto" la sensación de falta de orientación, opresión y encierro se hace cada vez más fuerte. Caminar entre estas "paredes" genera inseguridad y una angustia por encontrar la "salida". Este espacio gris e inerte, encarnación del odio y la indiferencia del ser humano, se levanta en medio de la ciudad, en contraste con la fuerza de la vida reflejada en el manto azul que la cubre, iluminando los pasajes de oscuridad.
Como lo dijo Elie Wiesel, sobreviene del campo de extermino de Auschwitz, premio Nobel de la Paz en 1986:
"Nunca olvidaré esa noche, la primera noche en el campo, que convirtió mi vida en una larga noche siete veces sellada.
Nunca olvidaré aquel humo.
Nunca olvidaré las caritas de los niños cuyos cuerpos vi convertidos en una espiral de humo bajo un silencioso cielo.
Nunca olvidaré esas llamas que consumieron para siempre mi fe.
Nunca olvidaré ese silencio nocturno que me privó, para toda la eternidad, del deseo de vivir.
Nunca olvidaré esos momentos que asesinaron a mi Dios y a mi alma, y que convirtieron mis sueños en cenizas.
Nunca olvidaré esas cosas, aunque esté condenado a vivir tanto como Dios mismo.
Pasaje de "La noche"
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