Hace algunos meses atrás, tuve la posibilidad de viajar a Israel junto a mi marido y mis tres hijos. Fue un viaje intenso y vibrante. Un país único para el pueblo judío - crisol de culturas, orígenes y creencias.
Llegar a Ierushalaim y al Kótel en Shabat fue una experiencia especial, indescriptible y de múltiples sensaciones. La luz de Shabat estaba para iluminarnos a todos - a unos más que otros -dependiendo de la permeabilidad espiritual de cada uno.
Los contrastes en el Kótel eran tan visibles como los son en la vida cotidiana, había quiénes caminaban con frenesí por las callecitas de la ciudad vieja con la ansiedad de ver “la llegada de la novia” y habían otros estáticos al costado de las escaleras que conducen al Kótel, detenidos en el tiempo, pidiendo por caridad.
Gracias a la ayuda del Rav Mendy Shemtov conocimos a Dovid Kuflik del Movimiento Jabad, quién sin darse cuenta transformó la vivencia de Shabat en una lección de vida.
Dovid nos propuso encontrarnos para los rezos de Shabat en el Kótel y acompañarlo después al Centro “Colel Chabad” frente al Kótel para hacer el Kidush. Con mucha delicadeza, nos explicó que no nos podía dar de comer porque el “Colel Chabad” en cuya fachada aparece la frase “Free Kitchen for the Needy”, es un comedor comunitario en donde sirven comida para la gente necesitada.
Es cierto que un hombre de bien no necesariamente tiene que ser religioso, pero cuando lo es, sus acciones adquieren una dimensión extraordinaria. Y esto es lo que sentí cuando vi a Dovid el viernes por la noche. Quizás esto sea realmente la caridad de la que habla el Rebe cuando sostiene que al vivir en un mundo material nadie puede discutir el valor del dinero. Sin embargo, explica que la caridad bien concebida va más allá de lo monetario.
Sentir empatía por el otro y trabajar en cada uno la solidaridad como una cualidad humana, supone abrir los ojos y mirar al que está al lado. Así como las creencias se transmiten de padres a hijos lo mismo sucede con la sensibilidad hacia las necesidades materiales o espirituales de quiénes por algún motivo se cruzan en nuestras vidas.
Cuando Dovid corría de una mesa a otra sirviendo comida, no le preguntaba a nadie cuán religioso era, de dónde venía o si estudiaba Torá. Cuando hay hambre la prioridad espiritual es dar un plato de comida. Probablemente Dovid supiera esto; que para cada cosa hay un tiempo y un lugar. ¿Quién se puede encontrar consigo mismo cuando el cuerpo material está sufriendo? Caridad no es piedad, nadie es merecedor de lástima. Conmoverse por la situación que vive una persona es inevitable y está bien que así sea, pero siempre entendiendo que nadie es más que nadie en este mundo.
Quiero expresar mi gratitud a Dovid y al Movimiento Jabad por “rescatar nuestra esencia judía” por hacer posible que no nos sintiéramos solos en la multitud, por aceptarnos sin juzgar nuestro aspecto “externo” y por mostrarnos otra cara del shabat. Nadie está librado de nada. Quizás para muchos, el único contacto con el mundo “religioso” sea la comida del viernes de noche. Religiosos y no religiosos. Judíos ricos y judíos pobres. Empatía e indiferencia. Así es la vida; un permanente contraste.
Nota para la Revista Kesher Uruguay
Fecha de publicación: Diciembre del 2015
Comments